Andrés Dimitru: “Nada es local en este momento en el mundo”
Notable cómo políticos, profesionales aislados, funcionarios y medios – como en este caso-ya ni disimulan su admiración, casi falocrática, del tamaño de cada inversión (ajena y para beneficio ajeno), o que la de plata sea la mina “más importante” del mundo, etc. Es una variedad de subordinación colonial demasiado parecida, sino peor, a la del siglo XIX, con un Buenos Aires actual igualmente sub-parasitando con el uso extorsivo de deudas ilegítimas (técnicamente hablando: odiosas) que, una vez tomadas, “no queda otra” que pagar. El truco es propagandizar que se resuelve algo “local” a través de una actividad extractiva destinada a la felicidad contable de sus accionistas, sean de donde sean.
No es cierto, pero suponiendo que fueran legítimas ¿Quiénes, ¿cómo y en nombre de quien dibujan, de antemano, el pago o respaldo de esas deudas? Desde 1826 con todo lo imaginable (buscar datos en institutos de historia económica de la UBA) incluyendo, claro, conceder territorios, garantizar enormes subsidios, beneficios fiscales exclusivos, acceso irrestricto a materia prima y ceder el control directo o indirecto de todo el andamiaje político, de infraestructura y de finanzas que lo sostiene y exacerba. Raul Scalabrini Ortiz, entre otros, describió en detalle estos mecanismos. Para tener en cuenta la escala del insaciable apetito de materia prima y energía ver este mapa, sin olvidar el mar, la cordillera y la todavía “lejana” Patagonia: https://es.
Lo de Arcioni en Chubut, otras provincias y el gobierno nacional tiene entonces largas raíces, que conviene revisar.
Las actividades extractivas para alimentar la sed insaciable de ganancias en mercados globalizados y anónimos es indefendible. A los estados nacionales o provinciales, muy mal distribuidas y motivo de permanentes conflictos por el reparto, le son ofrecidas, con gran teatro, ¡REGALÍAS! (la tentación de vivir de rentas), ocultando el hecho que los subsidios directos e indirectos que reciben son incalculables. Gobernar, aceptan algunas fuerza políticas sin revisar de dónde viene esa costumbre ni qué consecuencias trae, sería entonces limitarse a conceder, llamar a licitación, abrir sobres, crear clima favorable y seguridad jurídica a inversiones, aplaudir y recibir aplausos, cueste lo que cueste, pase lo que pase. Para que esa “tradición” de entrega se sostenga no queda otro remedio que recurrir al permanente ocultamiento de las condiciones concretas, de la historia social y económica, de las múltiples ramificaciones y consecuencias actuales e intergeneracionales para seres humanos y, principalmente, la naturaleza que – por muy poco tiempo más – nos contiene. Los mercaderes estatales del discurso extractivista responden bien media docena… de MIL preguntas. Son las que publicitan todo el tiempo, con apoyo de un sistema mediático clientelar. Como no logran ser creíbles tienen que habilitar la fuerza bruta -es decir la distancia forzosa- para tomar decisiones a espaldas del pueblo. Para generar ese tipo de distancia (“no se metan con nuestros business”) hay que haber generado un clima previo que intenta justificar el uso de la fuerza directa o la extorsión financiera (la excusa de la deuda externa) . Por eso conviene tener en cuenta que detrás de cada discriminación o desvalorización de personas, culturas, género, etnia, etc. hubo y hay, SIEMPRE, un negocio ilegítimo que lo fogonea. ¿Sabrá cada discriminador/a a quiénes beneficia cuando reproduce prejuicios? La violencia policial se globalizó por el derramamiento -deliberado en la mayoría de los casos- de la crisis ecológica, financiera, laboral y humanitaria. No es casualidad ni algo local que Macron, el mismo que quería entregarle los fondos de pensión de Francia a Black Rock (!) pretenda penalizar quien grabe a policías reprimiendo. No es producto de un sentimiento de inseguridad en Francia, específicamente, sino de condiciones mundiales concretas que se entrelazan de manera caótica sobre una base colonial, irresponsable, destructiva, injusta e intacta. Será por pereza mental, ignorancia, subordinada complicidad, o todas esas cosas juntas, que los políticos locales no imaginan ni aceptan alternativas a ese caos y siguen ofreciendo a viva voz tickets para viajar en el Titanic globalizado.
El lunático relato desarrollista se afirma sobre metáforas vacías como “reactivar” porque “somos [sic] una provincia y país minero”, lenguaje típico de los manuales e instructivos que distribuyen esas corporaciones a sus gestores (gobiernos, medios, profesionales,) locales. Dibujar un El Dorado virtual, mentir, ocultar, evitar el debate, desconocer a la base social y, con el mismo impulso, descalificar o perseguir a quienes ven como adversarios es la táctica.
Siguiendo el mismo hilo argumental del co-dictador Martínez de Hoz (es decir: Milton Friedman, su mentor) se obsesionan con el éxito del “sector”, es decir una fracción de la realidad. Por ejemplo, minería. Una vez logrado ese punto (que a cada “sector” le vaya bien) sólo queda declamar que ese avance “trae” desarrollo. ¿A qué concretamente se refieren? Magia pura: cada uno puede entonces soñar, en soledad, lo que quiera a la sombra de ese paraguas verbal y hacer su propia lista a los Reyes Magos, con minería, hidrocarburos o soja. ¿Cómo usaba el tan custodiado M. de Hoz esto? El Estado, y el país entero, era presentados como un mero depósito de materia prima, como una torta que debía ser trozada, y el pueblo como una suma de consumidores libre de elegir entre marcas comerciales. Realidad fragmentada, divide et impera: las empresas y servicios públicos quedaron como porciones separadas entre sí (por ejemplo, correos por aquí, telecomunicaciones por allá, gas, transportes, lo que fuera) que luego debían lograr rentabilidad por sí mismas a cualquier precio (tarifas) y subsidios garantizados, para después (si, adivinó) privatizarlas. Planificación y/o visión de conjunto eran sinónimo de comunismo, por eso recurrían a TINA (There Is No Alternative, no hay alternativa), como decía la primer ministra Thatcher para aplicar esa misma fórmula privatizadora. Y ahora los aprendices nacionales y provinciales de ese recetario van, me refiero a los que van, por la misma senda neoliberal. Está vez tratan de privatizar la naturaleza, el agua, las mesetas, los paisajes, los significados que les dan las culturas a los territorios. ¿Que no hay dinero? Ah, pero en ese caso es de economía regional que debemos hablar, no de las promesas un “sector”.
Porque otro truco es propagandizar que se resuelve algo “local” a través de una actividad extractiva destinada a la felicidad contable de sus accionistas, sean de donde sean. Pero resulta que ya NADA es local en este momento en el mundo. Se acabó el localismo, que sólo es usado para dividir y generar rivalidades nacionalistas, operación programada de la que sólo terminan ganando las corporaciones. Incluyendo las de equipamiento antidisturbios, en alza, claro.
Si el capital es mundial, la ciudadanía organizada también debe serlo.
Andrés Dimitru es profesor titular e investigador retirado del Departmento de Ciencias de la Información y Comunicación de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Comahue.